La Fiesta De San Cristóbal

La Historia del Santo
La Historia Del Santo

Cuando los niños de Chepo llegaban a los cinco años de edad, ya sabían que San Cristóbal fue un gigante, que había llevado en sus hombros al Niño Dios…, y que era el Santo Patrono del pueblo. Estos niños no entendían la complejidad de lo que se les inculcaba desde la primera etapa de su formación; pero a esa edad – consideraban sus padres – deberían ser buenos chepanos, tener fe y creer en San Cristóbal. La impresionante figura del “coloso” portando al Santo Niño en sus hombros, terminaba convenciendo – por intimidación – al niño que albergara alguna duda sobre esas aseveraciones.

Si en la primera parte de este trabajo, decíamos que la íntima relación de San Cristóbal con los chepanos data desde los lejanos tiempos de la colonia, sin duda nos referimos a la (posible) denominación del nombre de este pueblo dado por los españoles: “San Cristóbal de Chepo”. Queremos indicar también que al llegar a la colonia procedente de España, las primeras imágenes de los distintos santos, se produjo tal confusión, que surgieron las diferentes leyendas donde se narra la manifiesta voluntad de los santos de permanecer en determinados pueblos…; siempre fue así según estas leyendas. Pero tenemos que – según nuestro criterio -, a juzgar por la relación ya establecida entre el santo y los pobladores, que desde un principio decidieron y escogieron a San Cristóbal, inclusive insertándolo en el nombre de su pueblo, estas leyendas no aplicarían para el santo de Chepo.

No obstante, se conocen varias leyendas alusivas a lo antes señalado; pero que no mencionaremos en este trabajo, por lo que son: leyendas.

Si Chepo fue descubierto en la noche de un 24 de diciembre, entonces no debería llamarse “San Cristóbal de Chepo”. Nos inclinamos a pensar que el día 25 de julio pudiera ser el que corresponde a la llegada de la imagen del santo al Chepo colonial. Pero la tradición religiosa nos dice que este fue el dìa de la supuesta muerte martirizada del santo

 

En el pueblo se cuenta con dos imágenes principales de este santo. La primera de éstas – cronológicamente hablando – es la de mayor tamaño, facciones y rasgos propios de la iconografía representativa de los tiempos coloniales; indicando sin lugar a dudas, que su procedencia bien pudo originarse hace más de cien años (mucho antes de la construcción de la iglesia).

 

Si atendemos a lo que dicen los archivos de “la Real Audiencia de Panamá en 1607”, al referirse a las sementeras de maíz y a las haciendas de la comunidad “(…) De aquí pagan al clérigo que los adoctrina y los demás gastos de la iglesia (…)” pudiéramos decir que ya en esos tiempos Chepo contaba con una iglesia – física – que generaba gastos. Por lo tanto, no es tan peregrino pensar que esta imagen de San Cristóbal proceda de tiempos cercanos a los que señala la Audiencia de Panamá, 1607.

 

En aquellos tiempos en que fuimos niños había en el depósito de la iglesia dos imágenes ante las cuales nos atemorizábamos: San Juan Bautista La Salle y la imagen tosca, desproporcionada del – a nuestro entender – San Cristóbal colonial. Nunca vimos la imagen del viejo santo colocada en el nicho del antiguo altar y mucho menos en el actual; lo mismo que tampoco lo logramos ver pasear en un “anda”.

 

Sería muy interesante conocer si en el pasado esa enorme imagen de San Cristóbal, que hoy reposa en el cubículo al lado de la iglesia, fue paseada alguna vez en procesión, además de saber en qué época histórica se realizaba esta actividad religiosa.

 

La otra imagen, que se encuentra en el lugar más importante del altar mayor – suplantando la imagen del Salvador en ese lugar cimero – indudablemente que es más reciente que la otra, dadas las características de la obra artística más propias de una iconografía próxima a nuestros tiempos.

 

La persistencia de los chepanos de mantener la imagen de San Cristóbal en el lugar preponderante que corresponde a Jesús el Cristo, como figura central y cimera de la cristiandad, es temeraria por cuanto que desconoce lo indicado por la jerarquía eclesiástica, y parece indicar una actitud de cuasi rebeldía por parte de los católicos de Chepo. En adición a lo que hemos señalado, se agrava esta actitud de posible rebeldía, si pasamos a considerar como elemento fundamental del análisis el hecho acaecido en el año 1963, cuando las máximas autoridades de la iglesia – en el Vaticano – declaraban, previas investigaciones históricas realizadas por muchos años, que la existencia de un hombre con el nombre, las características físicas y con las ejecutorias que se le atribuyen a San Cristóbal…, jamás fue canonizado por la iglesia.

 

San Cristóbal, según la opinión de la iglesia, nunca existió y por lo tanto, no hubo tal santidad. Sin embargo, con la prudencia adecuada y respetando la decisión de los devotos en muchos países, a través de la larga existencia y tradición de la institución católica, decidió que estos pueblos devotos de San Cristóbal podrían seguir con su devoción al santo, si así lo determinaban. Es una decisión personal.

 

Entonces, persistir en la actitud de posible rebeldía – que señalamos arriba -, ante el desconocimiento de la existencia histórica y la santidad de Cristóbal por parte de la iglesia, parece rayar en el fanatismo religioso al suplantar, en su posición cimera en el altar, la imagen del Cristo por la imagen de un santo que no lo es (de acuerdo a las investigaciones históricas de la iglesia)… ¿ Son concientes estos feligreses – y la iglesia institución – de la gravedad del precedente sentado…? ¡Válgame Dios!

 

Veamos un poema – sin métrica, sin rima y aún sin revisión surgido al calor de la polémica desatada por la decisión del Vaticano; polémica que se mantuvo por años en la opinión pública mundial…

 

A SAN CRISTÓBAL TRISTE

Después de tanto creer en ti, tanto recordarte;

de tanto andar el mundo pegado a tu bondad

hoy la historia me dice que nunca has existido,

que tu brazo de yunque como bronce esculpido

jamás tuvo la fuerza que ofrendaste al Señor,

ni tu dulce palabra fue una inmensa verdad.

 

Y que has sido mentira, que has sido falsedad;

que quizás fuiste un mito bellamente forjado

por la mente ilusoria de exaltado escultor.

¡Que no fuiste gigante! Ni siquiera un pagano

que al beber de la gracia se convirtió al Señor

porque encontró la esencia de esta senda mortal.

 

¡Oh coloso fantástico! que has vivido en mi mente

aliviando las horas que me asalta el dolor…

¿Es verdad que no has sido quien cargara al Divino,

quien cruzara las aguas con el peso del mundo…

como el viento murmura, como piensa la gente

que no quiere perderse la bondad de tu amor?

 

¡Gran valido y valedor! la tristeza me asalta;

la amargura más grande se me llega de pronto

cuando pienso que al verte ya tan sólo es mirar.

 

Seguiremos la vida confrontando el recuerdo

del momento de angustia que al dolor nos arrastra

cual si un péndulo viejo detuviera su andar.

 

En la segunda mitad del mes de julio, más o menos por allá por el año 1965, apareció publicada en la Estrella de Panamá una crónica que, desbordante de emotividad, decía de la relación fervorosa de la comunidad y la leyenda de Cristóbal, cual si fuese un testimonio. Dicha crónica la transcribimos aquí para el conocimiento de los fieles seguidores de San Cristóbal

 

SAN CRISTÒBAL DE CHEPO

 

“-¡Ermitaño…! ¡Ermitaño…! El silencio profundo como una oquedad, se iba tomando las palabras sublimes que instantáneamente pintaban en las paredes su divino mensaje, como un encantamiento arrobador. Los fieles, envueltos en la ensoñación de aquella historia santa, parecían vivir aquellos días de la Roma Imperial en los años posteriores a la muerte de Cristo.

 

-¡Ermitaño…! ¡Ermitaño…! Gritaba Cristóbal perdido en la montaña, buscando una palabra verdadera, una palabra dulce para su espíritu huérfano de fe, que deambulaba por el mundo sin derrotero ninguno. Y aquel ermitaño de mirada tierna, que sentado en la roca se bebía las divinas escrituras, lo acogió con el verbo de la verdad y lo mandó por esos rumbos a servir al Señor .Y Cristóbal convencido que ese rey al que anhelaba servir era Dios, partió con el alma inundada de amor a ayudar a sus hermanos en miseria, a predicar la divina doctrina del Salvador del mundo… Y a ofrendar su vida hasta el martirio por ese Rey único, amo de la bondad y de las almas.

 

Esas eran las palabras que se escuchaban de los labios del sacerdote, ansiosas de esparcirse por el recinto sagrado. Esas eran las palabras de todos los años, que por más de medio siglo susurraban a los oídos de un pueblo que en beatífica unión se había unido al Santo Gigante, dando por resultado una de las tradiciones religiosas más arraigadas en nuestra patria. Esas eran las palabras que ávidamente desmenuzaban los oyentes envueltos todos en el mágico encantamiento.

 

Y buscando en los recuerdos de ese pueblo digno, encontraremos que San Cristóbal, para bien de los chepanos, escogió su rebaño en forma inusitada, desde el momento en que misteriosamente se cambiaron las imágenes de Cristóbal (de Chepo), y el Cristo (de Chimán), yendo a parar cada cual a sitio equivocado. Cuentan los encanecidos y cansados abuelos que a pesar de todos los intentos que se hicieron para llevar al Cristo a Chepo y a San Cristóbal para Chimán, todo resultó completamente inútil. Y era de esperarse; pues ambas imágenes parecían haberse puesto de acuerdo para escoger cada quien su rebaño de fieles, los cuales los seguirían con gran fervor.

 

Por eso vemos cada año, que al aproximarse la tercera semana de julio se inicia un éxodo de miles de personas hacia el pueblo de Chepo, a seguir paso a paso, desde su inicio, la piadosa historia del Santo Gigante, que tiene a sus haberes una gran cantidad de milagros realizados… Cojos, ciegos, paralíticos, mendigos, encuentran en Cristóbal al salvador, al gigante misterioso del Jordán que los tomará en sus brazos, los colocará en sus fortísimos hombros y los llevará como al Divino Redentor a la otra orilla del turbulento río, donde ellos encontrarán la felicidad espiritual y el bálsamo para remediar sus males.

 

Y entonces, como revelación propia del cielo se escuchará la voz del “Coloso” extendiéndose por el confín del mundo para decir al Niño…-¡Válgame Niño lo que pesas…! – porque Jesús llevaba consigo al mundo sobre los hombros de Cristóbal. Resulta en verdad interesante la forma en que este pueblo rinde tributo a su Santo Patrono, y la forma no menos interesante en que el gran “Valido y Valedor” protege a sus amados fieles. Es San Cristóbal, sin duda alguna uno de los santos que más seguidores tiene en la vida religiosa de nuestra patria. Y es por eso que cada año el 25 de julio Chepo se inunda de gente de todos los rincones del país; que en largas caravanas (automóviles y caminantes) se dirigen a convivir con su santo la clásica fiesta patronal de San Cristóbal de Chepo”.

 

Conocemos de la profunda devoción que los chepanos profesan a San Cristóbal y de que, en este tema, no admiten contradicción alguna; pero es tiempo que se analicen los hechos desde otras perspectivas, para fortalecer esa fe y esa devoción.

 

Ha sido encomiable, durante muchas décadas, la forma desprendida como las diferentes generaciones de estos devotos ha caminado con su devoción al santo patrono; pero nos gustaría que toda esa voluntad y esa disposición de ánimo, se transformara en una claridad conceptual y una concreción del compromiso social. Así se le daría sentido al mensaje de vida y de humanitarismo que encierra la hermosa leyenda tejida en torno a la mítica figura de Cristóbal.

 

La Fiesta. – Llegado el mes de julio, un grupo de chepanos residentes en la ciudad capital, efectuaba una colecta de contribuciones económicas para ayudar a sufragar los gastos que esta fiesta generaba. El principal organizador de tan loable actividad en el pasado lo fue Sebaldo De León. En el pueblo, más recientemente, hubo una sociedad que se hacía llamar “Las Damas de San Cristóbal” y se encargaba, por propia designación, de organizar los pormenores de la fiesta patronal. Una pequeña imagen de Cristóbal recorría las casas de los residentes de la comunidad, en solicitud de una cooperación voluntaria y desinteresada para el éxito de la conmemoración festiva. También estas damas realizaban durante todo el año, actividades que redundarían en beneficio de las necesidades más apremiantes y sensibles de…”La fiesta’ el Santo”.

 

En la ciudad, los gremios y sindicatos de transportistas, se unían a esta celebración por ser San Cristóbal patrono universal de los conductores, viajeros y caminantes. Organizaban anualmente una maratón que partía desde la ciudad capital hasta la plaza de San Cristóbal en Chepo. En ocasiones, también organizaban carreras de bicicletas. Paralelo a esto, clubes de motociclistas como los llamados “Angeles de San Cristóbal”, realizaban grandes caravanas de motos – de diferentes tamaños y modelos -, inundando finalmente las calles de la población con estos ruidosos aparatos.

 

• 24 de Julio, La Última Novena. – En el sentido realmente festivo ese día empezaba – y empieza – la fiesta patronal; se realizaba la última novena con toda la majestuosidad que la ocasión exigía y se abría paralelamente, el marco de la celebración callejera. El servicio religioso que se efectúa hoy durante las novenas, es una misa cantada – incluyendo una “Salve” – que tiene una duración mínima de hora y media, contentiva de un mensaje profundo inserto en la narración de la histórica leyenda de Cristóbal.

 

No obstante, en el pasado las novenas eran magnos rosarios cantados: la “Salve Regina”, la narración diaria de la histórica leyenda del gigante, y la inclusión de elementos que enriquecían aún más la belleza del tan prestigioso rosario.

 

“Salve Regina” es la salutación que históricamente se le brinda a la Virgen Maria; es una oración hermosa y profunda que se canta en los servicios litúrgicos para, además del sentido y valor de la oración en sí, darle solemnidad al mismo. Cantar La Salve desde el balcón del coro, en la iglesia de Chepo sin las modificaciones de hoy, resultaba ser gratificante para los fieles, y sumamente edificante para los coristas. De igual forma percibimos la “Predicación” (plática o sermón breve acerca de una verdad dogmática o moral en un oficio religioso), que el sacerdote – el padre Venancio – ofrecía desde el “Púlpito” (plataforma o tribuna elevada desde la cual el sacerdote predicaba e instruía al pueblo). La acústica natural y la resonancia adecuada que se producía en el recinto del templo daba, a esa sencilla novena, connotaciones de gran ceremonia y de excelsa proyección para el coro y el discurso.

Por Juan De Gracia.

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