La Maestra Silvia Franco.

Su vida como educadora en Chepo.

Vivía con mi  familia en  Santiago de Veraguas en la  década del 80, mi esposo decidió que  nos fuéramos  a la ciudad de  Panamá; en ese  tiempo yo  trabajaba en el  Seguro Social y pedí traslado a la capital, allí  alquilamos un cuartito, pero mi situación se me dificultó, quede sola con mis hijos pequeños de  dos y 4 años, empecé a tener grandes dificultades, pero bueno, son cosas que pasaron y yo le doy gracias a Dios, que  siempre me refugié en El, sentía esa fortaleza y quise cambiar de rumbo a ver si mi situación mejoraba.

Como era educadora en 1982, quería incursionar en el campo educativo, me fui directamente a la presidencia y hablé con una secretaria de apellido Pino, ella me ayudó bastante, me dijo que me fuera con todos los documentos al Ministerio de Educación, allí me dijeron que había ido un grupo de personas que necesitaban una maestra permanente para Calobre Arriba, en Chepo.

(Primer día de clases en la escuela Quebrada Trapiche)

Nosotros los educadores hicimos un juramento que donde nos necesitaban teníamos que ir. Les dije que estaba bien, sin conocer el lugar donde iba, nunca había estado en Chepo, eso fue el día lunes y debía de estar allá el miércoles.  Para ese tiempo los mensajes se mandaban por Radio Mía con la comadrita Nilsa Polo; era la única forma de avisarles, mandé mensaje para los de Calobre Arriba, que iba el miércoles, que me esperaran con caballos.

Para esa época los buses se tomaban en el

Marañón, donde partimos, no habíamos llegado al 24 de diciembre y le preguntaba al conductor ¿ya llegamos? Me parecía tan lejos, llegamos a los 4 altos en Chepo y me dice aún no ha llegado, ahora tiene que coger otra Chiva que la lleve hasta Loma del Naranjo; allí llegamos a las 6 de la tarde, pero el joven que me había venido a buscar se había ido, un señor que iba para allá me presta el caballo, y él se va a pies era el señor Fermín Melgar.

(Foto de jóvenes de 13 y 14 años en Quebrada Trapiche que estudiaban, los dos hijos de la maestra)

 

Allí trabajé 7 años, construí mi rancho e hice otro para cuando los niños tenían que quedarse por la crecida de los ríos.

Las dificultades.

Yo salía cada dos meses a la ciudad, lo difícil del camino y los grandes inviernos se me dificultaban, pasábamos mucho trabajo junto con mis dos hijos chicos, mucho lodo en los inviernos, sufrí caídas de caballos, muchas serpientes, estuve a punto de ser mordida por la temible Verrugosa, la escuchaba como sonaba sin saber que era una víbora, en muchas ocasiones atajados del rio por las crecidas, para ir a Loma del Naranjo, donde tomaba el transporte,  tenía que salir a las doce de la noche, debía  estar a las 6:00 am  en Loma del Naranjo y poder tomar la chiva hacia Chepo, si no me dejaba.

 Una noche salí con mi hijo de 6 años, por el camino sentíamos un rugir al lado de nosotros, sentía mucho temor, pero yo venía orando pegada de Dios; después me dijeron que era un tigre que siempre se paseaba por esos lugares.  Luego en otra ocasión iba con mi otro hijo, nos disponíamos a cruzar una quebrada, yo lo llevaba en ancas y le dije te voy a amarrar  por la cintura por cualquier cosa, en ese momento venia bajando la creciente, le di vueltas al caballo y  mi hijo se calló del anca, pero como estaba amarrado lo pude agarrar; después de unas horas el rio baja la crecida y logro pasar, cuando llego al primer rancho le conté a  una señora, y me dijo gracias a Dios no se tiró, por allí hay un remolino que si caen no hubieran salido con vida, me lo dijo con lágrimas en sus ojos y muy impactada por lo sucedido.

La visita de Fito Duque.

Para ese tiempo Fito Duque viajaba mucho a Trapichito , allí pude contactarlo y hablar con él, le dije; usted no le da pena que aquí hay niños que nunca han tocado un lápiz, nunca han tenido un par de zapatos, niños que nunca han visto un carro, viven marginados y con poca salud. Esas palabras lo hicieron reflexionar.

 Con la ayuda de Fito se pudieron conseguir muchas cosas y mejorarles en parte la vida a los niños y adultos.

 Se logró la construcción  de  la escuela de madera, ya que era muy difícil llevar los materiales para hacerla de bloque por el invierno en ese entonces, y  otros implementos como  pupitres, sillas y tableros;  cuando se inauguró la escuelita, Fito dijo que él iba a meter un carro para que los niños lo conocieran, lo primero que hicieron fue meter  un tractor, para hacer una carretera, y cuál fue la sorpresa que cuando estábamos dando clase, el estudiante Ubaldino de León dice, maestra, mire ese animal que esta allá, y era el tractor,  todos los niños  se pegaron de mi  porque nunca habían visto algo así.

 Para la inauguración Fito llevo carros, Four Wheel y Motocicletas, de allí en adelante siempre les mandaba mochilas, zapatos y uniforme. Todos los años les daba regalo a los niños en navidad y para el día las madres. Fito me puso la maestra de pelo en el pecho, porque él decía que nadie nunca le había hablado así.

 Después de ocho años me llegó la hora de salir; con mucha tristeza y dolor debía salir por mis hijos que estaban grandes y necesitaban seguir estudiando. Me trasladé a Chilibre, Villa Unida, donde pasé un tiempo, pero Chepo no salía de mi mente, y pedí traslado nuevamente, ahora a Loma del Naranjo, llegué por mutuo acuerdo con otra maestra; allí la población estudiantil se había reducido, llegué, hice un censo, me di cuenta de que muchos niños habían abandonado la escuela, salimos con el regidor a visitar a las familias, se logró formar otra aula de clases, entró a laborar la maestra Daisy.

Por el Lago Bayano buscando estudiantes, para la escueta de loma del Naranjo en compañía de la Maestra, Deysi Abrego, su esposo Severino Brice, La maestra Roesa Vázquez, Concepción Sánchez y Milva Morales.

 La población estudiantil fue creciendo, hasta nombrar tres educadores más con una preescolar, la maestra Vilma Morales; allí mejoró todo, trabajé como maestra directora, al paso del tiempo me trasladé a la escuela Tomás Arias en la cuidad, donde laboré por un tiempo, luego pedí traslado a Cañitas como maestra directora, luego me trasladé a la Josefina Tapia. Los tres traslados que hice a panamá fueron por mutuo acuerdo con otros educadores, de allí me fui a Tortí  Piriatí, hasta que la profesora Irma Carrasco me pide para que fuera supervisora en lo que llegó a ser la Regional de Educación, de allí pedí traslado para la escuela de Platanares.

Esta escuela se particularizaba por ser dura para los educadores, como yo estaba próxima a mi jubilación pedí traslado más cerca, fue difícil en principio, pero al final hubo satisfacción, se dio clase de alfabetización y escuela para adultos, con buenas mejoras para el plantel en mi última escuela y poder culminar mi labor que realicé en todas las escuelas que trabajé en Chepo, con todo amor y dedicación.

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